martes, 4 de marzo de 2008

Una decepción

De Paul Virilio me estaba encontrando últimamente referencias en todas partes, y todas eran de las que me hacen interesante a un autor. Es un arquitecto que reflexiona sobre la velocidad y los instantes detenidos, sobre la transparencia y las discontinuidades de la percepción, sobre la manera contemporánea de intercambiar información. Gente de la que me fío lo saluda como teórico fundamental del fin de siglo. Cuando vi una reedición de Estética de la desaparición (su único libro traducido, creo) en la nueva sucursal madrileña de Laie (que ha venido a configurar, junto a La Central del Reina Sofía, una espléndida cabeza de puente catalana en Madrid, ejemplo de que hay vida más allá de la política asfixiante) me lo llevé sin dudar y me lo leí en el tren de vuelta.

Y bueno. No es que no lo entienda (como me ocurre, por ejemplo, con Adorno), creo que se deja leer relativamente bien. Es que no acabo de saber adónde va, qué se propone. El ensayo oscila entre enunciaciones que se agotan en sí mismas y saltos en el vacío que no resultan lo bastante místicos para compensar su dudosa racionalidad. Pero tal vez lo que más rabia me ha dado es que después de ciento y pico páginas describiendo unos estados marginales de conciencia el autor no nos dice qué le parecen, si son deseables o no, qué demonios hacer con ellos.

Ahora es cuando toca el ejercicio de falsa humildad: será cosa mía, no habré llegado a captar la idea. Dicho queda.

5 comentarios:

Francisco Sianes dijo...

La filosofía no es ajena al mercado, Ignacio. Si no hay nuevos genios y talentos, se inventan.

No he leído a Virilio. Lo más probable es que nunca lo lea. Entre los filósofos vivos me interesa mucho Sloterdijk. Probablemente, no cambiará la forma de ver el mundo; pero tiene la cultura, el estilo, la mirada abarcadora y la desvergüenza para desarrollar "grandes relatos" y enfrentarse a temas polémicos que pueden mantener viva la filosofía hasta la llegada del próximo e improbable genio.

Brian dijo...

De acuerdo con Francisco.

Desde que leí la cita de Ortega yGasset: "La claridad es la cortesía del filósofo", dejé de ruborizarme por no entender a un filósofo. Y cuando leí "Fashionable Nonsense", de Sokal y Bricmont, además, me reí un buen rato. Virilo no sale muy bien librado, que digamos. ;-)

E. G-Máiquez dijo...

Genial hallazgo retórico el del "ejercicio de la falsa humildad". Te lo plagiaré a la primera oportunidad.

Ignacio dijo...

Buscando algún enlace que pegar sobre Virilio me encontré con que era una de las víctimas de Sokal y Bricmont. Tengo muchas ganas de leer ese libro.

Brian dijo...

Para que te hagas una idea de lo despiadadamente corrosivos que son, te transcribo el juicio que les merece un párrafo de Virilo:

"This Paragraph [..] is the most perfect example of diarrhea of the pen that we have ever encountered. And as far as we can see, it means precisely nothing."