En los días claros el milagro de la luz despliega más allá de la divisoria de agua un duplicado fantasmal en su nitidez invertida; cada temblor, cada repentino cambio en la dirección del agua deja por un momento su huella de difumino en la ciudad doble alzada al cielo. Agarrados a la barandilla del puente, los melancólicos habitantes de Rumaiqiya gustan de imaginar extrañas historias que transcurren boca arriba. Algunas veces sucede que, arrebatados por el ansia de una vida distinta, se sueltan de la barra para dejarse ir hacia lo alto, más allá del agua.
Lo escribí hace unos años, en la primera página de Las ciudades invisibles, de Italo Calvino, para regalárselo a una amiga. Guardé el borrador, y leído ahora me sigue gustando mucho.