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miércoles, 22 de abril de 2009

El ejecutor

El Ministro del Interior notifica en rueda de prensa la detención del número uno de ETA: no sabemos quién lo sucederá, pero estamos ya trabajando para detenerlo. El tono firme, profundamente serio, escueto, el gesto exacto de seguridad en sí mismo y su gente. La razón y la fuerza están de su lado, y lo sabe. Lejos de los excesos retóricos de un Trillo o de la campechanía estúpidamente sonriente de un Bono, este es el sheriff en que el poblado puede confiar. ¿Negociación? Eso es cosa del pasado. ETA sólo tiene que decidir si lo deja o espera a la derrota.

Ocurre que ese pasado fue anteayer. Ocurre que precisamente porque ETA escribió una carta diciendo que lo dejaba, fue este mismo sheriff el que nos explicó que negociar era un imperativo moral, el que nos insultó a los que no estábamos conformes y el que ejecutó, con su templada eficacia de siempre, la política destinada a culminar la negociación: negociación que no culminó porque a ETA no le pareció bastante lo que le daban, de modo que no se entiende bien por qué, si otra vez decide que lo deja, no será de nuevo un imperativo moral negociar. No importa: mientras la contradicción no suponga un desgaste político inaceptable no hay inconveniente alguno.

Alfredo Pérez Rubalcaba es un ejecutor, un tipo capaz de ver, valorar y manejar todos los aspectos de una cuestión menos su cariz moral. No se trata de un canalla (eligirá por igual soluciones virtuosas o malvadas, según su utilidad o eficacia), ni da la impresión de ser un sinvergüenza: con todas las cautelas necesarias, me creo que está ahí por vocación de servicio. Es simplemente que las distinciones morales, las opciones ideológicas, las cuestiones de coherencia y sentido no entran en su rango de percepción, no les encuentra ningún significado, no ve que supongan diferencia alguna. Sirve a su señor con la lealtad inteligente y ciega de un samurai, ateniéndose escrupulosamente a los códigos de procedimiento sin entrar ni por un momento a cuestionar las causas a las que presta su espada.

Su parecido físico con Toby Ziegler no debe llamarnos a engaño. En el universo mítico de The West Wing, imagen platónica de la tarea de gobernar, la contrafigura de Rubalcaba no es el adusto ideólogo, sino Josh Lyman, el hombre que saca adelante, con puño de hierro en guante de hierro, las leyes que pergeña el benigno patriarca Bartlett, pero que sacaría igual, si hiciera falta, las de un sucesor republicano. Si Mariano Rajoy consigue el poder es muy probable que en la línea de Sarkozy u Obama conserve piezas exitosas del equipo saliente: un Pere Esteve o un Lorenzo Milá serían elecciones obvias e irreprochables. Pero si de verdad quisiera hacer un gran gesto de estadista le convendría mantener en el cargo a Pérez Rubalcaba. Al fin y al cabo los partidos cada vez se parecen más, y elementos de este calibre no es que sobren precisamente. Si algún día ganamos los buenos, sin embargo, no habrá lugar para gente como él. Ese es el reto.

martes, 26 de febrero de 2008

Metáforas pedagógicas, III

Un alcalde de pueblo costero recibe una carta de un promotor: estaría dispuesto a reunirme para hablar de unos terrenos que tengo en el pinar, ese que en el programa electoral dijisteis que ibais a preservar. Si se declaran urbanizables habría una buena recompensa en metálico.

El alcalde le recibe, hablan y no se ponen de acuerdo: el pinar está protegido, hace falta el permiso de Medio Ambiente, el alcalde tiene las manos atadas, sólo podrían darle una décima parte que no tiene protección pero al promotor le parece mucho el maletín que trae por sólo esa fracción del suelo.

No se ha cometido delito, hablar no es malo, el diálogo es la esencia de la democracia. El alcalde ha demostrado su firmeza al no ceder a sobornos. Si volviera a presentarse la oportunidad lo volvería a intentar.

¿Que cómo sabemos de esa reunión? Porque el alcalde la anunció en el pleno)

lunes, 25 de febrero de 2008

A vuelapluma

No sé si comentaré el debate en detalle, no creo. Así, en directo, y fijándome en lo que a mí me ha importado en esta legislatura, constato que a Rajoy se le escapa un argumento fácil. Nadie, dice ZP, nadie jamás en democracia ha dejado de apoyar al gobierno en materia antiterrorista. Habría bastado tomar el diario de sesiones del Parlamento vasco y citar cualquier discurso de portavoces socialistas como Fernando Buesa, oponiéndose ferozmente (y con santa razón) a la asquerosa política del gobierno vasco sobre ETA. Claro que hay que oponerse, coño, cuando lo que hace el gobierno no es aceptable.

Pues nada, no lo ha dicho. Sí que ha caracterizado la negociación como específicamente política (que durante la legislatura no lo han dejado claro, vete a saber por qué), pero por desgracia no ha especificado qué es exactamente negociar políticamente y por qué no se puede aceptar. En fin.

Y en general, a la acusación de crear discordia le debería contestar que sí, que cuando no se está de acuerdo hay discordia, y fijar las diferentes posiciones. Digo yo.

Miniconclusión. Al presidente le bastaba con empatar, y perder desde luego no ha perdido.

Cuotas

Se discute en la mesa sobre las cuotas y las leyes de igualdad. Hay acuerdo más o menos general en que se trata de un medio equivocado para conseguir un buen fin. Y yo sin embargo creo que hay que darle una vuelta más. No me parece una verdad autoevidente que el objetivo de esas leyes sea deseable. ¿Es bueno en sí que haya el mismo número de mujeres que de hombres en puestos directivos? Pues lo será en la misma medida en que resulte justo y necesario equilibrar las tasas de directivos rubios y morenos.

Nunca se repetirá bastante: los colectivos no tienen derechos, sólo los individuos los tienen. Lo que hay que proteger es la igualdad de oportunidades entre individuos, no el resultado final, que será el que resulte ser en cada momento, y sobre el cual no cabe emitir juicio alguno. No es más justo, ni menos, que haya más directores que directoras de banco. Lo que es sangrantemente injusto es que a una mujer no se la permita optar al puesto, y eso es lo que hay que combatir. Pero no para que haya más mujeres directivas: eso no puede ser nunca una aspiración.

Se me dirá que el legislador no es tonto, que eso lo sabe de sobra y que de lo que se trata es de combatir una discriminación generalizada (que no se da entre rubios y morenos) introduciendo una compensación, un coeficiente mayor que la unidad que equilibre la merma de posibilidades que la práctica discriminatoria introduce. Si no existiera desviación machista en la selección, parece pensar el legislador, la distribución tendería espontáneamente al cincuenta por ciento: forzando por ley esta distribución estaremos dando un paso imperfecto pero positivo, mejorando las reglas de un juego injusto hasta que las causas sociales de esa injusticia desaparezcan.

Bien, yo en esos términos sí puedo discutir. Sigo sin estar de acuerdo: para empezar por el final, no veo cómo una congelación forzada del resultado va a ayudar a que se cambien las malas prácticas y no más bien a frenar cualquier evolución; tampoco me creo que la distribución de cualquier cosa entre hombres y mujeres, dejada a su albedrío, tienda espontáneamente al cincuenta por ciento. Pero son términos que entiendo y manejo. El problema es que no creo que se estén planteando así las cosas, que detrás de toda la línea de argumentación a favor de las cuotas se dibuja, inconfundible, una idea de justicia meramente estadística: la pretensión de que sólo cuando haya exactamente el mismo número de mujeres y hombres en los puestos elevados (¿sólo en estos, además? ¿por qué no en la minería o la limpieza de hogares?) se habrá alcanzado el estado ideal es una pretensión que no quiero llamar antihumana porque esos términos exagerados hacen poco bien al debate, pero sí ajena al individuo, a su circunstancia y a la inalienable libertad de hacer cada uno con su vida lo que mejor le parezca.

sábado, 9 de febrero de 2008

Entusiasmo

Soy una persona reticente y rumiadora en general, siempre dispuesta a encontrar defectos en las propuestas o contradicciones en los discursos. Desconfío de los movimientos del corazón, de las intuiciones, de las adhesiones previas y gratuitas. Habría que votar, me digo siempre, con el mayor de los desapegos posibles, con el mismo sentido práctico y los mismos criterios discriminatorios con que uno decide llamar a una empresa u otra para reformarse la casa. Y sin embargo…

¿No sería bueno por una vez en la vida (we hold these truths to be self-evident) dejarse llevar, abandonarse al entusiasmo (i have a dream), unirse a una corriente sin hacer muchas preguntas, con sólo la consciencia vaga pero irrefutable de que nada malo puede venir de un impulso tan limpio en origen?

(Para comprobar que el perfecto sentido del ritmo y el pathos irresistible estaban ya en el discurso original, pinchen aquí.)


Coda en forma de autocita:

La oratoria es mentirosa y manipuladora, pero es necesaria. Los grandes discursos dan forma a algo que está ahí, inconcreto y ubicuo, en los corazones de todos; lo materializan ante nuestros ojos y lo miramos sorprendidos de no haberlo visto antes, conscientes de que siempre ha estado. Sólo un gran discurso (manipulador si se quiere, tramposo, simplista) puede movilizar de modo continuo a los ciudadanos privilegiados e indolentes en que nos hemos convertido. Ya no, se me dirá. Ese papel lo juegan ahora las imágenes. Disiento: las imágenes son catárticas pero no duran. Nada me ha conmovido más, en la esfera pública, que ver a los policías arrancándose los infamantes pasamontañas la tarde que mataron a Miguel Ángel Blanco. Creo que hablo por muchos cuando digo que en esos momentos habría hecho lo que fuera, que ningún esfuerzo me habría parecido mucho para acabar con aquel estado intolerable de cosas. Pero no hubo un discurso después (hubo muchas palabras, pero tópicas y vacías o arteras y calculadas). La ola pasó y todo volvió a la asquerosa, intolerable normalidad, todos conocemos la historia.

jueves, 10 de enero de 2008

Lucidez tardía

¿Por qué será que los políticos retirados o al menos alejados del reparto dicen cosas mucho más sensatas e interesantes que cuando estaban en activo?

A la izquierda tenemos, además de a Pedro Aparicio, ex alcalde de Málaga al que leo con fruición en el diario local, a Pilar Rahola (aquí demoledora contra el buenismo de las subvenciones) y el blog, recién descubierto por un servidor, de Joaquín Leguina, (que predica distinto de lo que vota en las Cortes, él sabrá).

¿Alguien puede traer ejemplos de la derecha, que seguro habrá, para completar el cuadro?

Actualizando: puede valer el del muy sensato Fernando Maura, huido del PP hacia las filas de UPyD, aunque en su caso no sé si hay una versión peor de sí mismo para comparar.