Coda en forma de autocita:
La oratoria es mentirosa y manipuladora, pero es necesaria. Los grandes discursos dan forma a algo que está ahí, inconcreto y ubicuo, en los corazones de todos; lo materializan ante nuestros ojos y lo miramos sorprendidos de no haberlo visto antes, conscientes de que siempre ha estado. Sólo un gran discurso (manipulador si se quiere, tramposo, simplista) puede movilizar de modo continuo a los ciudadanos privilegiados e indolentes en que nos hemos convertido. Ya no, se me dirá. Ese papel lo juegan ahora las imágenes. Disiento: las imágenes son catárticas pero no duran. Nada me ha conmovido más, en la esfera pública, que ver a los policías arrancándose los infamantes pasamontañas la tarde que mataron a Miguel Ángel Blanco. Creo que hablo por muchos cuando digo que en esos momentos habría hecho lo que fuera, que ningún esfuerzo me habría parecido mucho para acabar con aquel estado intolerable de cosas. Pero no hubo un discurso después (hubo muchas palabras, pero tópicas y vacías o arteras y calculadas). La ola pasó y todo volvió a la asquerosa, intolerable normalidad, todos conocemos la historia.
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