sábado, 9 de febrero de 2008

Entusiasmo

Soy una persona reticente y rumiadora en general, siempre dispuesta a encontrar defectos en las propuestas o contradicciones en los discursos. Desconfío de los movimientos del corazón, de las intuiciones, de las adhesiones previas y gratuitas. Habría que votar, me digo siempre, con el mayor de los desapegos posibles, con el mismo sentido práctico y los mismos criterios discriminatorios con que uno decide llamar a una empresa u otra para reformarse la casa. Y sin embargo…

¿No sería bueno por una vez en la vida (we hold these truths to be self-evident) dejarse llevar, abandonarse al entusiasmo (i have a dream), unirse a una corriente sin hacer muchas preguntas, con sólo la consciencia vaga pero irrefutable de que nada malo puede venir de un impulso tan limpio en origen?

(Para comprobar que el perfecto sentido del ritmo y el pathos irresistible estaban ya en el discurso original, pinchen aquí.)


Coda en forma de autocita:

La oratoria es mentirosa y manipuladora, pero es necesaria. Los grandes discursos dan forma a algo que está ahí, inconcreto y ubicuo, en los corazones de todos; lo materializan ante nuestros ojos y lo miramos sorprendidos de no haberlo visto antes, conscientes de que siempre ha estado. Sólo un gran discurso (manipulador si se quiere, tramposo, simplista) puede movilizar de modo continuo a los ciudadanos privilegiados e indolentes en que nos hemos convertido. Ya no, se me dirá. Ese papel lo juegan ahora las imágenes. Disiento: las imágenes son catárticas pero no duran. Nada me ha conmovido más, en la esfera pública, que ver a los policías arrancándose los infamantes pasamontañas la tarde que mataron a Miguel Ángel Blanco. Creo que hablo por muchos cuando digo que en esos momentos habría hecho lo que fuera, que ningún esfuerzo me habría parecido mucho para acabar con aquel estado intolerable de cosas. Pero no hubo un discurso después (hubo muchas palabras, pero tópicas y vacías o arteras y calculadas). La ola pasó y todo volvió a la asquerosa, intolerable normalidad, todos conocemos la historia.

No hay comentarios: