domingo, 30 de marzo de 2008

La decadencia según Azúa

A través de Juan Avellana tengo noticia de un prólogo que ha escrito Félix de Azúa a una nueva edición de su Diccionario de las Artes. Su distinción entre las artes aplicadas que nos entretienen en la sala de turbinas de la Tate y el gran arte que se medía con los dioses me parece esclarecida y necesaria; sus melancólicas conclusiones tienen bastantes visos de realidad, pero se mantienen, con contención escéptica, un poco más acá del desaliento. Y en cualquier caso su prosa, de una elegancia cada vez más orteguiana, tiene momentos en que toca el cielo:

Como aquellos príncipes derrotados que una vez expulsados de su reino y en una nación lejana descubren poseer una habilidad insospechada para la horticultura y gozan regando su huerto mientras una sonrosada Maritornes les cocina un conejo con nabos, así el artista actual se complace en tareas de manufactura, sin olvidar que viene de una lejana estirpe en otro tiempo temible.

10 comentarios:

Enrique Baltanás dijo...

La distinción entre el gran arte y el arte aplicado (pero disfrazado de gran arte) ya la hizo el gran crítico marxista Georg Lukács. Su distinción entre "literatura" y "mera literatura" es capital en su gran obra EStética.
Pero no está mal que Azúa la repita, aunque sea (creo recordar, no tengo ahora el Diccionario a la mano)sin citarlo.

Ignacio dijo...

Con gusto acepto mi parte de tirón de orejas, don Enrique, ya que no puedo transmitírselo al listo de Azúa. Deberíamos leer más a los señores con barba que lo pensaron todo por primera vez, pero qué quiere, habiendo epígonos que los explican tan bien...

Enrique Baltanás dijo...

Hombre, Ignacio, tampoco era un tirón de orejas, sino un aporte erudito de un viejo lector del "evangelio según San Lukács".

Francisco Sianes dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Francisco Sianes dijo...

Hablando de ocasos, pero de signo opuesto: a mí me parece especialmente atendible la distinción que en buena parte de su obra establece Azúa entre "las artes" y "el Arte" (así, con mayúscula).

Dar más valor al arte relampagueante con que un carterista sevillano te deja limpio que a la Obra entendida como vehículo de la Historia (siempre en mayúsculas). No el artista como profeta, sino como artesano.

Recojo su finísima ironía de un artículo de "Lecturas compulsivas" (lástima que no tenga a mano ni el "Diccionario" ni "El aprendizaje de la decepción", esas dos joyas):

"Escribir una novela seria (no una trivialidad) es una labor ardua, penosa. Durante años -dos, tres, a veces cinco o diez- el novelista obra sobre el papel* como un artesano, cuatro, cinco horas diarias. El trabajo de una novela produce un objeto "hecho a mano", propio de siglos pasados, preindustrial. Un objeto lujoso e innecesario como los retablos góticos. (...) Ver en ello una cuestión patológica o vanidosa es empobrecer el juicio. Muchos novelistas ejercen su oficio con pérdidas, a veces graves; la vida, por ejemplo. Lo cual es incomprensible, dado lo insignificante de la tarea, la cual es una noble artesanía, pero no otra cosa. Sin duda, este misterio es estrictamente moderno. Los poetas se comportan de modo más sensato. Shakespeare se dedicó al comercio de cereales en cuanto pudo. Y Rimbaud al de las armas. Los novelistas parecen, junto a algunos pintores, los últimos artesanos de la tradición gótica y urbana que todavía se toman en serio, muy en serio, la dignidad de los viejos oficios. Pero no acierto a explicarme por qué".

Creo que la obra de Azúa es más bien una refutación guasona, brillante y en modo alguno negligente de orates de la Historia como Hegel, Lukács o Adorno.

¡Cuántos disparates** estéticos soltaron estos severísimos señores!


* [A veces, ay, en el sentido más escatológico del término, apostillaría yo a Azúa]

** [Tuvieron, sin embargo, brilantes intuiciones. Las que lograron escapar de su cerrazón ideológica]

Ignacio dijo...

Pues yo tengo para mí que el taimado Azúa no está tan lejos de esos orates. Una vez hecha la distinción y pronosticada la desaparición del Arte en favor de las artes aplicadas, Azúa nos dice que está bien así, que no pasa nada ni se acaba el mundo, que cada sociedad se cuenta a sí misma de una manera y la nuestra es así, entretenida y laica.

Pero ni por un momento pretende que esto sea mejor. Creo que Azúa está tan envenenado de ideal como cualquiera de nosotros, detecto en él a un hermano en la fe. Nos moriremos pensando que Rembrandt y Beethoven dicen algo distinto (de un orden distinto) que Warhol y Lennon, y seremos los últimos que lo crean. Lo que pasa es que él le quita hierro apocalíptico al asunto.

Francisco Sianes dijo...

No, no. La distinción que establece Azúa entre el Arte y las artes no es equivalente a arte sublime y arte de entretenimiento o "menor", sino entre el arte entendido como religión (teológica o laica) y el arte entendido como condensación estética que destila el tiempo en epifanía (por ceñirme a ejemplos tradicionalmente "extrartísticos": lo uno siente cuando Maradona mete un gol singularmente perfecto o cuando un camarero mantiene la elegancia entre las zancadillas de las sillas y el peso de las bandejas). Dicho de otra forma: la distinción entre el Arte como esencia sustantiva y las artes como predicado, como modo de hacer.

Y hombre, no es que Rembrandt y Beethoven digan algo de orden distinto que los nuevos titiriteros, es que: ¿quién osaría carraspear a su lado? Dicen algo de orden distinto, claro; pero porque manejan los recursos formales de su arte con una pertinencia a la que los Lennon y Warhol de turno ni se acercan. No son artistas más grandes porque piensen en los dioses al componer una elegía o porque se postulen como parteros de la Historia, sino por su habilidad, por su sensibilidad, por el manejo al tiempo deslumbrante y conciso de los recursos formales de su arte.

Son los sacerdotes del Arte (como Lukács) los que se fuerzan a creer que escritores de segunda fila eran mejores que Flaubert porque le servían mejor para ilustrar su filosofía de la Historia.

Y créame: Shakespeare, Bach y Vermeer no sólo se quitarán de los hombros el polvo de las estrellas del día. Sobrevivirán también a las sucesivas generaciones que se enaltacen creyendo que serán las últimas en enaltecerlos.

En esto sí que voy a ser profeta.

Ignacio dijo...

Así será, lo cierto es que yo a Azúa lo he leído más bien a cachitos. No como a Lukacs, que no lo he leído nada.

Paolo dijo...

"...y la nuestra es así, entretenida y laica."

A lo mejor para mantenerla así, laica y entretenida, hay que empezar a hacer mucho más caso del que normalmente hacemos a estos. Y perdón por el salto conceptual...

Francisco Sianes dijo...

Con Lukács tampoco se pierde mucho; con Azúa, creo que más.

Y si lo que uno quiere es volver a la teología o a la mística -y perdón por el nuevo cambio de tercio- quizá haya que hacer más caso a ésta:

http://www.zappinternet.com/video/FeKxRuvVar/Monica-Bellucci-los-mata-jadeando