Sin embargo, leyendo un portentoso texto de Ferlosio que traía hace poco Francisco Sianes, se me ocurre que más complicado es de trasladar, si cabe, un estilo que se basa por entero en la gramática, que respira con la lengua y construye el pensamiento a golpe de sintaxis:
Si la cabeza cortada, que, como una piedra más, rueda hacia el mar por la empinada ladera pedregosa, acelerándose en rebotes cada vez más largos, pudiese, antes de ahogar su voz en el fragor y en la espuma de las olas que han de estrellarla contra el acantilado, gritar el nombre de la amada, no cabe duda de que lo gritaría, sin hacerse cuestión de la inutilidad de malgastar así su aliento postrimero.
¿Cómo sonaría esto en inglés? ¿y en italiano, tan cercano y tan distinto? ¿Será trasladable el paso majestuoso de esta prosa? Ni corto ni perezoso me he puesto a ello, y no sé, no sé...
Se la testa tagliata che, come un sasso qualunque, rotola giù verso il mare per il sassoso pendio, accellerandosi in rimbalzi sempre più lunghi, potesse, prima di affogare sua voce nel frastuono e nella schiuma delle onde che verso il cantile verranno a schiacciarla, urlare il nome della donna amata, non c’è dubbio che ne urlerebbe, senza porsi domanda sull’inutilità di scialacquare così suo postremo fiato.
If the severed head which, as any other stone, rolls down the steep rocky slope to the sea, gaining speed with every longer rebound, could, before its voice gets drawned in the roar and the foam of the waves that will eventually crash it against the cliff, cry out the name of the loved one, there’s no doubt that it would, never making a question of how impractical a waste of its last breath that would be.
Mi italiano suena un poco demasiado parecido al español. Tiene que haber giros que sean a la vez retóricos y escuetos, que digan lo mismo con otra estructura.
En inglés fluye mejor, creo, pero es todo más telegráfico, le falta empaque.
12 comentarios:
Ignacio,
El problema mayor de la traducción de la poesía (y de la buena prosa) es fonético. El poeta posee un oído finísimo (en ocasiones, incluso hiperestésico) para el simbolismo fónico y el ritmo acentual y sintáctico. Como no quiero ser exhaustivo ni pelmazo, dejo aquí unos brochazos sobre el texto de Ferlosio:
La violencia fónica que acompaña a la violencia semántica en: "Si la cabeza cortada, que como una piedra más, rueda hacia el mar..."
¿No se oyen las piedras derrumbándose por la ladera? ¿No se acelera esa cabeza en la palabra: "acelerándose"? ¿No rebota en el "rebote"? "¿No se oyen asimismo las olas deshaciéndose -flujo y reflujo- contra los acantilados en "fragor y espuma"? ¿No se estrella en el verbo "estrella"? Etcétera.
¿No son asimismo los retorcidos incisos de los circunstanciales eco de la angustia del amante y de su agónica evocación postrera?
Difícil (¿imposible?) de reproducir. Me temo que la única manera de traducir "fielmente" la poesía es, como quería Octavio Paz, escribir -a partir del poema original- un nuevo poema en tu lengua.
Yo he hecho alguna experiencia curiosa. Le pasé a un amigo francés un poema español para que lo tradujera. Le di esa primera traducción francesa a una amiga también francesa para que la tradujera al español. Mis amigos son bilingües, inteligentes y capaces: el poema, en su significado denotativo, era bastante fiel; en su forma y su significado denotativo, era casi irreconocible.
Decía Steiner, y le doy toda la razón, que es mucho más fácil ser un escritor que un poeta de genio.
El subsuelo primigenio de una lengua -diría- no se alcanza nunca si uno no ha estado inmerso en ella desde la infancia; y aun así: ¿hay mejor excusa para aprender otras lenguas que poder leer su literatura sin más interferencias que los límites de la propia sensibilidad?
Totalmente de acuerdo. Esa correspondencia subterránea entre los ritmos sintácticos y el significado es la riqueza inigualable de la prosa de Ferlosio (algo de eso conté yo, en su día, a ver si lo hallo).
Con mi experimentillo, más apresurado y chapucero que el tuyo, trataba de visualizar qué queda del párrafo al verterlo, pero el resultado no es concluyente porque siempre se puede argüir torpeza del traductor.
Una vez leí la enumeración de El Aleph (vi tigres, vi émbolos) en italiano, y sí funcionaba.
Esta mañana, en cambio, me he encontrado un par de fragmentos de La Carretera, de Cormac McCarthy (de la que pretendo hablar un día de estos), monstruosamente deformados por una traducción torponcísima. Y sin embargo Cormac parece mucho más traducible que Borges.
¿Lo atribuimos todo a las destrezas, o se puede buscar un grado de traducibilidad? (me encantan estas investigaciones fracasadas de antemano)
Nota: acabo de empezar a estudiar alemán y me siento como un párvulo, recitando el alfabeto y los números: ¿cuándo podré leer a los sesudos señores de bigote?
Mientras doy con lo de Ferlosio, una entrada antigua con sonido de rompeolas:
http://nonwriter.blogspot.com/2007/06/eufona.html#comments
¿Cuando podrá leer a los sesudos señores de bigote, díce?
Le recomiendo paciencia, templanza y mucha serenidad de espíritu. Para quienes no hemos nacido en tierra teutona esa lengua es un contínuo aprendizaje. Cuando crees que sabes algo, en realidad ya lo has olvidado todo.
Mi meta era leer 'La Montaña' en su lengua original y lo conseguí a duras penas. Y ya sabe donde está mi 'alma mater'.
Ahora, many, many years later, hay días que me cuesta leer el Frankfurter Allgemeiner. Yo, aterrizo en Londres o Nueva York, y me salta el chip anglófono aunque haga meses que no suelte una palabra en inglés, pero eso no me ocurre cuando llego a Berlín o Viena.
Paciencia, querido. Muuuuuuuuuuuuuucha paciencia.
Ay, si ya lo sé, pero me temo que paciencia es justo lo que me va a faltar.
Por ahora sólo he concluido que si los alemanes beben tanta cerveza es porque se les seca la boca de pronunciar esas ristras de consonantes seguidas.
Incompetente para enjuiciar el resultado, quede cuanto menos constancia de mi admiración por el valor en el empeño.
Y respecto del alemán, ¿puedo desde la confianza (casi mejor desde la impertinencia) que da haber compartido algunos años el ciber-espacio, preguntar por el método?: ¿autodidacta?, ¿academia formal?, ¿internet?. Pura e incontinente chafardería, ya sabe.
Yo, Brian, me matriculé en la universidad en un curso de alemán. Como ese año lo dediqué a cuestiones espinosas que no es pertinente recordar, compré -un par de días antes del examen- un manual titulado:
"Aprenda RÁPIDAMENTE el alemán".
Inverosímilmente, me fue bien en el examen. Aunque, por supuesto, de alemán ni papa.
Ahora quiero estudiar en serio el chino. Como siempre he creído que lo mejor para aprender un idioma (inmersión aparte) es el intercambio personal, quizá deba buscarme una novia china; a Ignacio le desaconsejo muy seriamente probar este método. Ay, las alemanas...
[Hablando del artículo de Banville. Me ocurre con él algo parecido a lo que me sucede con Nabokov: admiro su virtuosismo estilístico; pero no me llega. ¡Lástima! McCarthy, sin embargo, es un coloso]
Pues en una academia a la que me he dejado arrastrar por unos compañeros de trabajo: comodón que soy, si no me obligo en grupo no arranco. Pero el ritmo es muy lento; me imagino que cuando lleve un tiempo de listillo de la clase dando golpecitos impacientes con el pie (fussimpatientenklönken) me independizaré.
A pesar de que Ignacio ya ha añadido dos entradas más -nunca me acostumbraré al blog de hoja caduca- no me resisto a contar una anécdota al hilo del comentario de Francisco Sianes:
Desanimado por los escasos resultados que obtenía con un espeso y voluminoso libro de electrónica, que figuraba en primer lugar de la bibliografía, repleto de abstrusa teoría y ecuaciones diferenciales, y próximo ya el examen final, me compré un manual casi, casi de divulgación, pero de exposición muy clara. Para mi fortuna el examen fue más conceptual que analítico y aprobé con nota aceptable.
Las academias de idiomas tienen eso: dependiendo del profesor y del grupo los resultados pueden ser muy dispares.
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