martes, 6 de octubre de 2009

Arranques, I

Hay días que amanecen con inminencias de catástrofe, días nublados y ominosos en que el cielo parece gravitar como un bloque solidificado a pocos metros de nuestras cabezas, días complicados de atravesar, con esquinas enconadas e inopinados escalones. Hay días en que los encuentros banales se revisten de una incomodidad viscosa, las conversaciones parecen campos de minas, los intercambios más sencillos nos hacen sentir víctimas de estafas demasiado ridículas para protestar por ellas. Hay días en que nos pesa hasta el aliento, días en que percibimos dolorosamente el funcionamiento de las tripas, en que parece que hay que mover cada palanca interna para que las funciones normalmente automáticas no se detengan o salgan de madre.

El día en que a Salvador Olite se le vino el mundo abajo no era uno de esos.

1 comentario:

La donna è mobile dijo...

:-)

Grande. As usual.

("killene", me dice la verificación de la palabra, tan jodida. "¿Killene qué?")

((Sí, mejor sigo con el Administrativo.))