domingo, 8 de febrero de 2009

Sigo con Ferlosio

Comenta el maestro la ira añadida que provocaba en los norteamericanos, días después del atentado contra las torres, ver en un video que se divulgó a Bin-Laden celebrando entre risas el éxito de la empresa.

(...) tal actitud les parecía más perversa que los hechos mismos, como si no se les alcanzase que cualquier persona que se ha propuesto un fin, por muy malvado que sea, no dejará de sentirse satisfecho ante el exito logrado. Pues, ¿cómo se figuraban que se había recibido en el Pentágono y en la Casa Blanca la noticia del éxito de Hiroshima?

Pues quiero yo pensar que de muy distinta manera: con rostros circunspectos, con sombría conformidad y con la máquina de las racionalizaciones funcionando a toda marcha para contener el empuje, que quiero imaginar formidable, del arrepentimiento.

No pretendo ni mucho menos justificar a esos hombres: la patente gratuidad de la salvajada, puesta aún más en espantosa evidencia por su repetición, está más allá de cualquier perdón. Pero sigo pensando que hay una diferencia entre quien -por razones tan monstruosamente equivocadas como queramos- decide hacer el mal a sabiendas de que lo es, y quien tiene ese mal por bien supremo y es capaz de regocijarse en su cumplimiento.

6 comentarios:

Pablo J. Vayón dijo...

Leyendo lo último de Ferlosio he pensado lo mismo. Al maestro del lenguaje empiezan a descosérsele los dobladillos de la ética.

Juan Avellana dijo...

Muy de acuerdo, Ignacio. Creo ver por dónde va Ferlosio: la buena gente es a menudo incapaz de concebir que haya una unidad de intención entre un acto criminal y sus consecuencias: y sin embargo, ese es precisamente el caso de los malvados. Así que lo que sobra por completo es el "cualquier persona que se ha propuesto un fin". Por poner un ejemplo cercano, no creo que el padre de Eluana Englaro esté esta noche celebrando con champán haber conseguido el fin que se había propuesto.
Pero no era eso a lo que yo venía. Lo que me llama la atención es lo que dices de Hiroshima. Es una monstruosidad fundacional de imposible justificación. Hace tiempo que le doy vueltas y no comprendo por qué no se vuelve a él más a menudo. Me alegra ver que piensas lo mismo.

Ignacio dijo...

El problema moral con Hiroshima podría ser la falta de expiación. Los alemanes no paran de escenificar actos expiatorios sobre el Holocausto, no importa que lo cometieran los abuelos. Sin embargo los EEUU sostienen aún que la bomba salvó vidas al acabar rápidamente con la guerra. Creo que todos los años va algún representante a poner flores, pero no es eso: con una sola vez que hubiera ido un presidente a echarse ceniza en la cabeza y pedir perdón (fue una locura, no volveremos a hacerlo) habría bastado, me parece.

Luego está el problema psicológico: la gente de mi generación hemos decidido, a algún nivel más o menos consciente, olvidar el peligro nuclear. Como si ya no estuviera.

T dijo...

Por no hablar de que todo el mundo parece haber olvidado que después de Hiroshima vino Nagasaki.Cada 6 de agosto nos recuerdan Hiroshima pero de los de Nagasaki, tres días más tarde, no se acuerda nadie. Siempre me ha parecido una injusticia clamorosa.

T dijo...

No se tomen mni comentario anterior como una frivolidad, por favor. Lo releo y casi lo parece pero les aseguro que no lo he escrito con esa intención.

Y eso que una buena dósis de frivolidad no me vendría mal hoy. Ni ayer. Y presumo que tampoco mañana.

Brian dijo...

"quién decide hacer el mal a sabiendas de que lo es..."

A mí me resulta muy difícil entrar en este tipo de análisis éticos. ¿Hay hombres malos circunstanciales y hombres malos intrínsecos?. ¿Lo que para Truman era el mal menor, para Bin-Laden era el mal absoluto?.

Feliz aquel al que nunca se le descosen los dobladillos.