(Automedicación contra la astenia primaveral: escribe de lo primero que veas)
Málaga se ha convertido en una ciudad visitable. Me imagino llegando como Paseante Invisible, por primera vez, con un par de referencias. Me fijo en los bares y tiendas en que me fijaría, reconstruyo paseos, imagino impresiones y anotaciones. Hay recorridos obvios, fáciles de encontrar, que remuneran generosa e inmediatamente al que los completa; y también un par de tesoros menos visibles con los que seguramente acabaría dando (el cementerio inglés sería la joya de la visita, el artículo infaliblemente sentimental). Hay un agrado, una manera de disfrutar de las cosas indudablemente atractivo, y hay sobre todo un carácter propio que el Paseante, creo, habría sabido poner por escrito.
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Tres chavalotes de la Real Sociedad (hoy se juegan aquí el ascenso) con las camisetas de su equipo. En los dorsales, estos apellidos: Karpin, Schürrer, Prieto. Je, je.
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Paso por la puerta de la clínica Gálvez. Una pareja detenida en el umbral, el largo tramo de escaleras a su espalda. Ella lleva a su recién nacido en brazos, él alguna impedimenta. Pasan unos segundos; no me he parado pero sí que retardo el paso: ¿es posible que sea así, los dos solos? no digo bandas de música y discursos, pero ¿nada, nadie?
Llevo un rato escribiendo y tachando adjetivos. Desvalidos, sí, pero no es eso. Atónitos, como pájaros deslumbrados por un foco. Abrumados, puede, pero es otra cosa lo que se ve en sus miradas. Les falta nada, un empujoncito, para echarse a reir o llorar o dar saltos. Jovial estupefacción, me quedo con esas dos palabras a falta de algo más exacto.
(Claro que no hay nadie más, cómo va a haberlo, quién puede meterse en medio de eso.)
Llevo un rato escribiendo y tachando adjetivos. Desvalidos, sí, pero no es eso. Atónitos, como pájaros deslumbrados por un foco. Abrumados, puede, pero es otra cosa lo que se ve en sus miradas. Les falta nada, un empujoncito, para echarse a reir o llorar o dar saltos. Jovial estupefacción, me quedo con esas dos palabras a falta de algo más exacto.
(Claro que no hay nadie más, cómo va a haberlo, quién puede meterse en medio de eso.)
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Llego a casa con siete libros nuevos. Un solo autor que no estuviera ya en la estantería. Eso debe ser la mediana edad.
11 comentarios:
La anotación futbolera tiene una clave que dejo aquí en atención a mi cultísimo público, desinteresado de esas cuestiones.
La Real era hace unos diez años un equipo racista, como lo es hoy y desde siempre el Athletic de Bilbao. Sólo vascos en sus filas.
Por fortuna renunciaron a tan mezquina extravagancia, y hoy los ídolos tienen nombres rusos, judeoalemanes o castellanos, como es natural.
Si, pero... De un lado, ¿no sería más... (ahora me falta a mí el adjetivo) entrañable una competición entre equipos formados con muchachos de la cantera?. Y, de otro, ¿acaso la multinacionalidad, y hasta multietnicidad, de los profesionales del fútbol de élite, ha rebajado en algún grado el nacionalismo subyacente en la hinchada, sea esta vasca, o no?
Me viene ahora a la memoria un comentario que oí el otro día en reacción a alguien que pedía no politizar los JJ.OO.: "¿habrase visto mayor hipocresía?, ¡pero si los JJ.OO. son la mayor exposición de nacionalismo del mundo actual!
No, si a mí lo de la cantera me parece muy bien. El Ajax es un equipo de cantera, y es irreprochable, un modelo a seguir. Tiene canteranos de todos los continentes, criados futbolísticamente en su filosofía y forma de juego, conocidos y queridos por la afición desde las categorías inferiores. Nadie les pregunta dónde nacieron, son de la casa.
Lo de los equipos vascos es muy diferente, especialmente en el caso del Athletic. Ficharon en su día a Roberto Ríos del Betis por 2.500 millones de pesetas. El tío se había criado en Ceuta, creo, y era canterano del Betis desde pequeñito, pero ah, su padre era del mismo Bilbao.
Y la Real, durante un tiempo, aceptó fichar extranjeros pero no españoles. Después se ha normalizado.
Esa política racista es la que la prensa deportiva vende como romanticismo.
Aplaudo la automedicación.
Muy logrados los separadores entre apunte y apunte. ¿Puedo copiártelos?
Puro Chesterton eso de verse como turista en tu propia ciudad. Escribe el artículo sobre el cementerio inglés, hombre.
Je, je.
Oh.
¿Por qué no nos das los nombres de los siete autores? No es tanto curiosidad, lo juro, como comprobar quién de los dos está más en la mediana edad.
Los separadores son copyleft.
El artículo del cementerio está en la antecocina desde hace tiempo. Ya saldrá.
La compra de libros iba preseleccionada. Me voy a San Petersburgo el jueves, y quería cosas rusas en lo posible portátiles. La lista es esta:
-El doble, de Dostoievsky
-Viaje a Rusia, de Joseph Roth
-Las doce sillas, de Ilf y Petrov
-Ronda nocturna, de Mijáil Kurayev (este es el nuevo)
Y de paso, en el capítulo de llenar lagunas:
-Hedda Gabler, de Ibsen
-La vuelta al día en 80 mundos, de Cortázar, que conté como dos por venir en dos tomos (pero son siete autores si te fijas)
Se quedaron en la criba La isla de Sajalin, de Chéjov y una amplia selección de cuentos de Dostoievski, por peso. Una cosa de Gógol porque iba envuelta y no pude hojearla. Un héroe de nuestro tiempo, de Lermóntov (que habría sido nuevo), por no poder llevármelo todo, y falta Hadji Murat de Tolstoi, que quiero tenerlo desde que Bloom lo puso en lo más alto, pero que no lo tenían.
Y lo que yo de verdad quería comprar es "La maleta", de Doblátov, autor del que he sabido por un enlace de Baltanás.
Lo pedí en Iberlibro pero alguien se me adelantó.
¿Pero de verdad tiene la Real jugadores españoles no vascos? Yo por eso no les podía ni ver, pero me alegría que hubieran rectificado.
Sí, desde hace unos años. Ahora mismo (acabo de echar un ojo a la web) están Gerardo y Álvaro Novo, andaluces, y Fran Mérida, catalán. No sé si medejo alguno.
Creo que el primero fue De Paula, extremeño, aunque no sé si canterano.
Mis lagunas son más hondas que las tuyas. Me abrumas, Ignacio. Aunque también me alegro: soy un poco menos mediana edad. Aunque todo se andará...
Buen viaje a Rusia.
'Las doce sillas', le va a encantar. Está escrito con un sentido del humor un tanto peculiar, a la rusa, claro, pero es una historia fantástica.
¡Buen viaje!
Para su próximo viaje a Italia:
‘El cementerio de las naranjas amargas’
Josef Winkler
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Nohaydequé.
Sirwood
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